sábado, 15 de noviembre de 2008



AMIGO EN MI SOLEDAD



Ambos estábamos solos, sin compañera. Él de un lado de la puerta, yo del otro.
Ambos teníamos angustia, deseos de salir a la calle en medio de la fría noche.
Las tripas de su estómago y el mío, parecían mantener una conversación en un raro lenguaje de ruidos.
Las tres últimas monedas en el fondo oscuro del bolsillo de mi pantalón, a modo de campanas; anunciaban que era la hora de la cena.
Me miró a los ojos y sin decir nada, pude adivinar en su mirada una complicidad mágica, casi extraña. El conocía mis pensamientos.
Con un salto detrás de otro, me llevó a los empujones hasta el portón de la casa y arrancó con eso una carcajada repentina que permanecía sepultada en el fondo de mi alma.
Parecían cosas simples, pero en el instante menos pensado, me llenaron de alegría,
Por el caminito de tierra, él caminaba a mi lado, meneaba su cuerpo, sostenía mi mirada.
De pronto me sentí su compinche, y sin saber siquiera si entendía lo que hablaba le dije que aquellas monedas en mi bolsillo no eran mucho, pero suficiente para demostrarle lo que significaba para mí.
Fuimos, compramos, volvimos, cenamos, compartimos; y a su modo me dijo que él también fue feliz.
Después nos despedimos, y nos quedamos en silencio: Yo de un lado de la puerta y él del otro.
Un poco más atrás, quedaba intacto, el recuerdo de una noche, de una carcajada dormida, despierta, revivida…y el cariño de aquél que a pesar de ser un perro, en medio de mi soledad, se comportó como un verdadero amigo.

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